La vendimia es quizás momento más reconocido popularmente durante la elaboración de vinos. Sin embargo, el trabajo en bodega es indispensable para asegurar la calidad de los vinos y el resultado final. Por supuesto, la base para un buen vino es una buena materia prima. Pero, son muchos detalles, a lo largo de este complejo proceso, los que marcan las diferencia a la hora de garantizar la excelencia de un vino, como los de Cillar de Silos.
En este post, queremos detenernos en una parte este delicado proceso, profundizando en los efectos que la madera tiene en el vino y sus “poderes” para modelarlo.
La crianza en barrica
“El vino, mientras más se envejece, más calor tiene; al contrario de nuestra naturaleza, que mientras más vive, más se va enfriando”. Lope de Vega
El paso del vino por madera es una de las fases más importantes en su elaboración, ya que puede resaltar, pero también empeorar, sus cualidades. Además, conviene señalar, que no todos los vinos son aptos para su envejecimiento en barrica.
Las icónicas barricas de madera, símbolo de la cultura vinícola, tienen una funcionalidad más allá del mero almacenaje o el transporte: en contacto con la madera los vinos reposan y evolucionan hasta alcanzar su compleja identidad final.
¿Cómo afecta la madera?
La madera trabaja como “modista” del vino, aportándole matices y contribuyendo de una manera muy significativa a la apariencia y el carácter de los vinos:
- En primer lugar, ayudan a la clarificación del vino y la separación de sedimentos, que se depositan en el fondo.
- Aportan sustancias esenciales como taninos, resveratrol o ácido elágico
- La porosidad de la madera deja respirar al vino y favorece su microoxigenación. Esto tiene efectos directos en el sabor al vino y mejora de su color.
Cada madera, un vino
Para la crianza, el personal técnico de la bodega y los enólogos eligen entre diferentes tipos de madera: Roble americano, francés, castaño, pino, cerezo…Sin embargo, no todas las maderas son iguales y la edad de las barricas o su capacidad aporta diferentes características al vino.
Por eso, la elección de una barrica u otra, así como su tamaño, tiene una intencionalidad en función del perfil de vino que se pretende elaborar. Con esta elección podemos intensificar el sabor de la fruta, aumentar una mayor complejidad aromática, aportarle dulzor o potenciar el volumen del vino.
Los vinos de Cillar de Silos envejecen en barricas de roble francés, que nos permite una crianza más larga en barrica y un mejor ensamblaje de los matices de la madera con el vino. El grano es más fino (más pequeño) y por lo tanto el aporte más lento haciendo más respetuosa la madera con el vino.
El tiempo deja su huella
La vida de la barrica también afecta en resultado final. Con el paso del tiempo, las barricas pierden su capacidad de oxigenación, por lo que conviene renovarlas periódicamente. Además, para conservar las barricas en estado óptimo se debe mantener una temperatura constante durante todo el año (entre 10-12º) para evitar contracciones o dilataciones que afecten la consistencia de la estructura. Este motivo pone en valor la crianza tradicional en bodegas subterráneas, como las de Cillar de Silos, que mantienen una temperatura similar durante todo el año, cuidando de la calidad de los caldos y las barricas donde reposan.
En definitiva, pasar por madera no asegura que un vino sea de mayor calidad. El resultado final, va a depender de muchos factores que van desde el cuidado del campo, la selección de la materia prima, su tratamiento, hasta la madera escogida para la crianza de los vinos.
Por eso siempre decimos que una botella encierra mucha magia. El vino es mucho más de lo que simple vista parece.