Este año se ha hecho esperar. Pero después de un comienzo de invierno inusual con temperaturas demasiado altas, por fin la Ribera de Duero se ha cubierto de un inmaculado manto de nieve.
Aunque los viñedos de Cillar de Silos se encuentran a una altitud de 840 – 900 metros, en una región caracterizada por un clima continental extremo, cada vez es menos frecuente disfrutar de una estampa tan bella como las que estamos viviendo estos días. Pero, por fin, el cielo nos ha regalado esos deseados copos de nieve que han borrado la huella de un invierno tardío.
Un regalo para los sentidos y para nuestros viñedos ya que, en su justa medida, la nieve trae numerosos beneficios para el desarrollo de la vid, como te contamos a continuación.
Viñedos y nieve
En enero, el invierno más gélido encuentra a la vid en plena parada vegetativa. Durante este reposo la planta sedimenta toda la savia en las raíces, parando su circulación: un mecanismo de defensa para resistir las bajas temperaturas de la época. Sin duda, un ejemplo más de la fortaleza de la vid, que no deja de sorprendernos por su capacidad de soportar las inclemencias meteorológicas más adversas: desde la sequía a las copiosas nevadas.
Además, la nieve puede traer consecuencias favorables para su desarrollo, siempre y cuando no se extiendan demasiado en el tiempo o sean excesivamente abundantes, y pueden anticiparnos la previsión de una buena campaña.
En primer lugar, la nieve hidrata paulatinamente a la vid, aportando de una forma homogénea agua, a medida que la nieve se va deshaciendo.
Por otro lado, contribuye de manera natural a mantener el reposo de la planta, reteniéndola en ese estado de descanso y evitando una floración anticipada provocada por temperaturas insólitamente altas en esta época del año (fenómeno, lamentablemente cada vez más frecuente). Esta brotación adelantada es un importante riesgo debido a las heladas que todavía son comunes a finales de invierno y comienzos de la primavera.
Por otro lado, la nieve funciona como antiséptico natural, acabando con posibles hongos o plagas en el tronco de la vid. Y, además, es un verdadero bálsamo para “curar las heridas” sufridas durante la poda, ayudando a cicatrizarlas.
Sin duda, una lección más de la sabia naturaleza y nuestra tierra, que nos enseña su mecanismo y equilibrio perfecto. Brindamos por seguir disfrutando de este precioso paisaje y los beneficios que puede traer para la próxima cosecha.